La mentira forma parte de nuestras vidas; si lo analizamos bien pueden ser mentiras por evitar sufrimientos, represalias o por el simple placer que nos genera contar algo que no es cierto. Pero vivimos con ellas y la realidad es que los niños también mienten. Lo hacen por la misma razón que nosotros, porque además con nuestro ejemplo le estamos enseñando a no afrontar el contar lo que ha ocurrido realmente por miedo a represalias o castigos. También existe la teoría de quién miente está contando las cosas cómo desearía que hubieran sucedido, con lo cual no sería una mentira en sí, sino más bien una necesidad de que las cosas sean diferentes. De cualquier manera las mentiras tienen las patas muy cortas y muchas veces el revuelo que se causa con esas afirmaciones conlleva el contar más mentiras para que se sustente.
Se habla de corregir estas mentiras, pero tenemos que entender que el contarlas forma parte del desarrollo como niños, algunos tiene mucha imaginación y necesitan contar su “verdad” para sentirse bien e integrados en el grupo. Las mentiras comienzan a ser preocupantes si ya forman parte del día a día, pero no si es por un periodo de tiempo determinado.
Sí que se les debe enseñar que la desconfianza tras las mentiras implica que en algún momento nadie crea en sus palabras, para que por lo menos vayan sabiendo las consecuencias de sus actos si continúan con ellos. Pero no debemos darle más importancia si detectamos que es una fase por la cual están pasando en su normal desarrollo como niños.
En muchas ocasiones es el deseo de cumplir las expectativas que los demás tienen hacia ellos lo que les induce a mentir, con lo cual nos están dando una lección en este aspecto, y seria un toque de atención hacia las exigencias que en ocasiones les ponemos, demasiados elevadas para su edad y estado cognitivo. .Buscan complacer al adulto, y esta postura tampoco es sana puesto que aparte de la mentira estarán haciendo cosas que realmente no quieren hacer. Por eso también es muy importante enseñarles a los niños a decir que no, sin miedo, porque las consecuencias de complacer a todo el mundo serán peores que las represalias por haberlo dicho.
Quizás nunca nos lo hayamos planteado de esta manera y sea buen momento para hacerlo; de hecho si analizamos nuestras propias conductas como adultos observaremos que no existe mucha diferencia con los procesos que siguen los niños. Nosotros como adultos también tenemos miedo a decepcionar, a no estar a la altura o a fallar a alguien, y las mentiras “piadosas” nos sacaran del atolladero momentáneamente, pero no tendrán permanencia en el tiempo.
¿Crees que las mentiras infantiles están pensadas y premeditadas?
¿ Que los niños nos mientan es por la alta exigencia que les pedimos en determinadas conductas?