Todos quisiéramos que nuestros hijos no crecieran para no experimentar el estrés y la vida ajetreada que tenemos los adultos, dando por hecho que la niñez es una época feliz, libre de cargas y responsabilidades. Y, efectivamente, lo es. Pero no por ello los niños dejan de experimentar situaciones de estrés y ansiedad.
Lo primero que hay que decir es que estos episodios suelen durar poco y no derivan en otra serie de problemas mayores. ¿Pero qué le causa estrés a un niño? Ellos, al igual que tú, tienen sus ocupaciones en la vida cotidiana, que a ti te parezcan asuntos de menor índole no quiere decir lo mismo para ellos. La familia, los amigos y el colegio son motivos de preocupación para los menores.
Los niños experimentan al crecer una maduración que lleva implícita más responsabilidades cada día. Algunos pueden verse asfixiados anta la gran cantidad de actividades en su rutina diaria. Porque los adultos no tenemos suficiente con los deberes y las tareas del colegio y nos empeñamos en apuntarlos a natación, a ballet, a piano,… y toda clase de actividades de las que podamos hacer uso.
Otro aspecto que puede incrementar el estrés en los niños es que se vean involucrados en problemas de adultos: sus padres se están separando, la familia atraviesa problemas económicos o bien ha fallecido un familiar. Ante estas situaciones, el niño puede llegar a experimentar impotencia y hasta la misma ansiedad que un adulto durante el problema.
Si ponemos soluciones, no evitamos que, ante determinadas situaciones, los niños no experimenten esa ansiedad, pero les estaremos enseñando a gestionar de manera adecuada estos problemas, evitando traumas futuros y minimizando el tiempo de sufrimiento.
Lo ideal para reducir el estrés en los niños es el diálogo, que deberá surgir del adulto puesto que los niños, hasta que no desarrollen las herramientas suficientes, no sabrán expresar de manera correcta sus emociones y sentimientos. Lo expresarán a través de rabietas, falta de apetito o dormir mal, entre otras maneras.
Aparte del diálogo, también podremos intentar modificar algunas de nuestras conductas diarias que, sin querer, repercuten en nuestros hijos. Si empezamos el día con prisas y diciéndoles continuamente todo aquello que hacen mal, el resultado no será muy favorable. Debemos buscar un momento cada día para estar con ellos, aunque no digamos nada, aunque no mantengamos un diálogo. Nuestra simple presencia les reconfortará y si necesitan hablar, lo harán, siempre y cuando su edad se lo permita.
Muy importante es también trabajar la autoestima con los menores. Muchas de las situaciones de estrés continuado, tanto en menores como en adultos, se deben a tener una baja autoestima, por lo que cualquier situación o conversación pueden hacer mella en su delicado yo.
Tenemos que ser conscientes de que si cimentamos bien la base, el edificio crecerá erguido y sin fisuras. Todo un reto para nuestra sociedad tan individual y tecnológica. Por ello Aucal forma a las personas con el máster en Orientación Educativa y Psicopedagogía, que acerca a los alumnos a los temas que suelen sucederse en la etapa educativa.
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