Una de las características fundamentales de los menores en riesgo de exclusión social es que pasan parte de su tiempo libre en la calle, ya sea por voluntad propia (por un ambiente poco favorable en su casa, con discusiones y agresiones físicas) o ‘forzados’ por sus familiares.
Los niños ‘criados’ en las calles se refuerzan y apoyan unos en otros, una retroalimentación positiva que se ve empañada por todas aquellas cosas negativas que los menores pueden aprender en la calle.
Normalmente, estos menores no dan importancia a la escuela puesto que los progenitores tampoco se la dan, no reforzando en casa los conocimientos adquiridos en el colegio. Estos suelen ser niños que arrastran año tras año asignaturas, no por falta de conocimientos, sino por falta de interés.
Sus capacidades las emplean en otros menesteres que no son los académicos. La calle fortalece y enriquece, pero no todos los aspectos aprendidos en ella son positivos. Se suelen iniciar en el alcohol y las drogas en edades más tempranas de lo habitual, como una manera de escape a la vida que llevan.
En algunos países de América Latina, los menores de la calle esnifan pegamento para olvidar su trágica existencia, con el riesgo que ello conlleva. Pero se trata de drogas al alcance de todos.
Estos menores adquieren unos roles que no son propios de su edad: cuidado de hermanos menores, hacerse cargo de las tareas del hogar,… Madurando así antes de tiempo y quemando etapas mas rápido de lo normal.
Hablar de los niños es hablar de un ciclo vital caracterizado por la inocencia, sin preocupaciones ni presiones, con muchas horas de juego y travesuras, con la posibilidad de aprender en lo humano y en lo académico todo aquello que permite al individuo la plena satisfacción de necesidades para alcanzar un desarrollo integral.
Los niños con una familia desestructurada tienen escasas oportunidades, son víctimas de la mendicidad, de la prostitución, la drogadicción y la delincuencia. Cada vez más, las comunidades autónomas se centran en estos casos, destinando tiempo y dinero en crear programas de intervención y prevención en el ámbito de la exclusión social.
Emilio Calatayud es el juez de menores de España con más años en el cargo y con las sentencias más aleccionadoras. Su principio es que se puede reparar el daño causado sin llegar al internamiento, aunque cuando ha sido necesario lo ha ordenado.
Por sus manos han pasado miles de casos de menores criados en las calles, con familias desestructuradas, sin visión de futuro. Sus sentencias hacen que estos menores vean las cosas de otra manera.
Lo primero que los ‘descoloca’ es que no ordene su internamiento en un centro de menores. La mayoría ve que se les da una oportunidad y la aprovecha. No son delincuentes al uso, son delincuentes circunstanciales, la vida los ha hecho así.
*Aucal Business School oferta el máster en Intervención Social con Menores en Riesgo de Exclusión, que dota al alumno de las técnicas de identificación y de intervención para resolver situaciones de conflicto, desarrollando su trabajo y llevando a cabo una función social de ayuda y colaboración. Esta formación tiene una duración de 9 meses en modalidad online.
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