Tal y como dijo Edmund Philips, premio Nobel de Economía 2006, “una economía no puede ser buena si no promueve además la justicia y la inclusión social“. La crisis económica mundial que también afecta a España ha puesto en evidencia la fragilidad de una parte importante de la población que, ante situaciones precarias en el mercado laboral, ve peligrar su bienestar y su supervivencia. El Estado de Bienestar se desarrolla si se reconocen los derechos de la ciudadanía, los derechos sociales que le corresponden a cualquier ciudadano: derecho económico, de salud, de educación…
Unida a la pobreza, la falta de ingresos, la precariedad laboral,… existe otra serie de factores relacionados entre sí que hacen que exista exclusión social: enfermedades, discapacidades, edad, nivel de estudios, la falta de apoyo familiar, el pertenecer a una minoría étnica, la drogadicción o la familia monoparental son algunos de estos factores. Son las mujeres las que padecen esta circunstancia con más intensidad, pudiendo considerarse la variable sexo como determinante dentro de un proceso de exclusión. Si le añadimos algunas de las variables anteriormente mencionadas, estamos ante un caso claro de discriminación de género.
Las mujeres víctimas de violencia de género tienen además el estigma de esta condición, difícil de ocultar y que tanto puede llegar a clarificar el futuro de una mujer. Es además una de las pocas ocasiones en las que el nivel socio-económico no influye a la hora de sufrir una determinada situación. El salir de una situación de violencia de género implica un intenso replanteamiento vital que puede llegar a afectar al lugar de residencia o al empleo. Si dejamos ‘escapar’ a estas mujeres, estaremos cayendo en la exclusión y la economía no podrá avanzar en al dirección adecuada.
Se debe optar por la integración laboral de este colectivo que puede llegar a sentirse tan desamparado y desprotegido. El mantener la mente ocupada hará que estas víctimas puedan responder mejor a la terapias aplicadas. Si la mujer maltratada contaba con un empleo antes de vivir esa situación, le será más sencillo romper vínculos con la otra parte. Si, por el contrario, dependía económicamente de su pareja, será mucho más complicado el poder desvincularse del todo.
Por los datos manejados en estudios recientes, se observa un bajo porcentaje de mujeres víctimas de violencia de género que consiguen un empleo estable, lo que viene a constatar la escasa repercusión de los acuerdos de contratación suscritos por el Gobierno con las empresas. Con el empleo, la mujer recupera su libertad y su dignidad. Unas políticas adecuadas harán el resto.
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¿ Consideras que los planes de empleo vinculados a la violencia de género son los adecuados?
¿ Se potencia la inclusión de este colectivo de una manera activa?
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