Un niño puede ser agresivo en los primeros años de vida sin llegar a ser una persona agresiva en el fututo; las conductas agresivas en los primeros años no son extrañas entre los niños. En estos primeros años, los niños no tienen el suficiente conocimiento para resolver conflictos de manera adecuada, tienen un alto nivel de egocentrismo y una baja tolerancia a la frustración. El niño tiene que aprender a conocerse para poder controlar todas estas formas de comportarse. Según el niño va creciendo y evolucionando, ira decreciendo la agresividad, pero pueden aumentar las agresiones físicas.
Todos los niños, hasta una determinada edad, tienen ciertos problemas para cumplir las normas, pero cuando el tiempo va pasando y las conductas agresivas persisten, podemos estar ante un problema de conducta, con más o menos gravedad. Resulta curioso, pero es más común entre varones que entre mujeres. Es muy difícil poder diagnosticar estas conductas puesto que muchas de las cualidades necesarias para hacer el diagnóstico, como son una actitud desafiante y una desobediencia de las reglas, pueden ser difíciles de definir por la edad tan temprana del menor, puesto que son conductas muy propias en los primeros años, tal y como hemos dicho anteriormente. Para realizar un diagnóstico preciso, el comportamiento tiene que ser mucho más extremo o bien se debe alargar en el tiempo.
Para poder aplicar un tratamiento que resulte efectivo, lo primero es contar con el apoyo de la familia y el entorno más cercano al menor. La colaboración, el diálogo, el compartir experiencias,… entre todos aquellos que intervienen en el proceso hace que el tratamiento cumpla sus objetivos casi desde el principio. Los padres deberán aprender técnicas para ayudar a manejar la conducta problemática de su hijo. Se trata de ir haciendo modificaciones a esas conductas, reconduciendo al menor hacia actitudes positivas tanto para él como para su entrono más cercano.
Si estas conductas no son tratadas a tiempo o el tratamiento no da el resultado deseado, estos niños pueden llegar a desarrollar trastornos de personalidad en la edad adulta, sobre todo, un trastorno de personalidad antisocial . A medida que sus comportamientos empeoran, también pueden desarrollar problemas a nivel legal o de drogas. La depresión y el trastorno bipolar están altamente relacionados con estas conductas que se han mantenido durante la infancia.
Un adulto que no sabe canalizar sus emociones de la manera correcta realmente es un niño cuyas conductas negativas no han sido conducidas de la manera adecuada. Uno de los principales problemas con el que nos podemos encontrar puede ser la falta de personal especializado o la ‘etiqueta social’ que se pone a estos menores. Un niño que habla en clase, no hace los deberes, no acata las normas del aula,… puede ser un menor sobre el cual caerán una serie de calificativos que permanecerán en el tiempo (Juan es “malo” y ya no va a cambiar) . Un niño con la etiqueta de ‘malo’, ‘desobediente’ o ‘movido’ deberá comportarse como tal siempre para no ‘defraudar’ a aquellos que lo categorizan como tal. El menor asumirá ese rol impuesto como si fuera suyo y no hará nada por desterrarlo.
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¿Se puede afrontar la agresividad en edades tan tempranas con resultados satisfactorios?
¿Cómo deberían ser las pautas a seguir?
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