Muchos pacientes, semana tras semana, se realizan analíticas sanguíneas –la famosa prueba del sintrom– para valorar los niveles de ciertos anticoagulantes orales en sangre. En multitud de ocasiones, los resultados no se muestran como los más deseados posibles, creando así confusión, angustia, desasosiego e incertidumbre en el paciente. El paciente reflexiona sobre qué es lo que hace mal para que los valores no salgan como espera. ¿Alguna vez te has planteado que la alimentación influye en estos valores?
Los anticoagulantes orales son medicamentos que hacen que la sangre tarde más tiempo en coagular, con el fin de evitar la trombosis y/o embolia. El contenido en vitamina K de la dieta puede interferir en la eficacia del tratamiento, favoreciendo tanto un exceso como un defecto de esta. Existen diferentes formas de vitamina K, pero la más importante es la vitamina K1.
La vitamina K1, llamada también filoquinona, es una vitamina liposoluble que se encuentra en las verduras de hojas verdes y juega un papel importante en la coagulación de la sangre. La vitamina K2 (menaquinona) es producida normalmente por una bacteria intestinal y en raras ocasiones existe una deficiencia a través de la alimentación. La vitamina K3 es un compuesto sintético llamado menadiona.
Un aumento de vitamina K produce un menor efecto del medicamento, lo que conllevaría un aumento del riesgo de trombos. Por el contrario, si disminuimos bruscamente la ingesta de alimentos ricos en vitamina K, provocaríamos un mayor efecto del medicamento que se traduciría en un aumento del riesgo de hemorragia.
Es importante que el paciente no se automedique como, por ejemplo, para tratar un picor de garganta ni que tome cualquier complemento dietético para aumentar las defensas o para adelgazar, ni cápsulas para aumentar el bronceado pues todo ello influiría negativamente en el tratamiento. Es necesario respetar la hora exacta de la toma del anticoagulante. Si se tiene pensado tomar cualquier tipo de producto, es necesario consultarlo previamente con el médico de atención primaria o la enfermera del control rutinario.
El paciente medicado con anticoagulantes orales ha de tener en cuenta los alimentos clasificados como alto, medio o bajo contenido en vitamina K:
ALTO CONTENIDO EN
VITAMINA K |
MEDIO CONTENIDO EN VITAMINA K | BAJO CONTENIDO EN VITAMINA K | |||
Remolacha
Repollo Espárrago Lechuga romana Brócoli Endibia Cebollino Perejil
|
Nabo verde
Espinacas Col rizada Col lombarda Coles de Bruselas Margarina Kiwi |
Pimiento verde
Tomate maduro Zanahoria Judías verdes Apio Alcachofas Puerros Guisantes |
Pepino
Coliflor Lechuga iceberg Mantequilla Bollería industrial Atún en aceite |
Calabaza
Champiñón Rábano Cebolla Maíz Lentejas Patatas |
Garbanzos
Berenjenas Calabacín Judías blancas Pimiento rojo |
Los productos de herboristería y dietéticos, en especial, las infusiones de hierbabuena pueden alterar el control del tratamiento por la vitamina K. Los alimentos como el pavo, ternera, atún, huevos, merluza, gambas, caballa, buey, pollo o jamón no suelen contener cantidades apreciables de vitamina K, excepto el hígado. Algunos alimentos muy grasos pueden contener formas de vitamina K y no son buenos para la salud cardiovascular. Por ello hay que disminuir el consumo de grasas animales como la mantequilla, el tocino, la bollería industrial, las carnes grasas, los embutidos, los quesos, el bacon o la nata.
Hay que intentar evitar los alimentos elaborados con aceites vegetales hidrogenados, estos están presentes en las margarinas y muchos productos de bollería industrial, galletas, alimentos de comida rápida y precocinada. Así que será necesario revisar y prestar atención al etiquetado de los alimentos. Respecto al consumo de alcohol, ha de limitarse.
Los anticoagulantes son un tratamiento crónico por lo que se requerirá prestar atención para llevar unos estilos de vida saludables y respetar la pauta dietética que haya prescrito el médico o el dietista-nutricionista.
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