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Hambre distorsionado: comerse los sentimientos

El hambre es una necesidad básica de todo ser humano desde que nace. El problema es que se utiliza la comida como herramienta para solventar todo tipo de problemas, aunque no tengan nada que ver con esta necesidad. Todo empieza por los padres, que adjudican dulces como premios o como solución. Y solo se consigue que la persona desarrolle un trastorno de percepción distorsionada en el futuro.

Comer como remedio contra cualquier problema

El hambre es una de las necesidades que sentimos desde bebés. Para ser calmado se grita y llora. Todos debemos comer para sobrevivir. Primero somos alimentados con leche materna y se van introduciendo posteriormente los biberones, purés, etc.

En muchas ocasiones, cuando el bebé llora automáticamente ofrecemos el pecho o un biberón, nada más empezar a llorar. Un problema que preocupa a los padres es entender que le pasa; debido al “lenguaje” tan reducido que tenemos en estos primeros meses de vida. Ante cualquier necesidad lloran y ese sonido es muy difícil de soportar por los padres sin buscar calmarlo. Es difícil distinguir las necesidades del bebé y cuándo de verdad tiene hambre y cuando, por ejemplo, tiene sueño o dolor.

El hambre no es el problema

Muchos padres no acostumbran a entender lo que su hijo quiere en realidad. No consiguen reconocer sus diferentes necesidades y las causas son múltiples: inexperiencia, inseguridad, estrés, miedo. Por ejemplo, es muy común el miedo a que su hijo pase hambre. Aunque sus intenciones no siempre son malas, cada vez que el bebé se pone a llorar, le dan de comer. Sin pensar que puede ser otra causa la que provoque ese llanto. Y, por lo tanto, sin averiguar lo que puede necesitar.

Esto puede ser muy grave, ya que, si no se interpretan bien las necesidades del bebé. Este tendrá más difícil reconocer si tiene hambre de verdad o si quiere que le acaricien, le consuelen, le cojan en brazos, le cambien el pañal, etc. Ante cualquier necesidad que tengan, cada vez que se sientan mal, la confundirán con el hambre y creerán que la única forma de subsanar esta situación es comiendo. Cada bebé tiene sus necesidades y éstas son muy distintas. Por lo que unos niños necesitan comer más que otros. Si se les da de comer según un plan preestablecido, unos pueden quedarse muy delgados y otros, por el contrario, engordar demasiado.

Todo se encubre con comida

Después, cuando los niños/as pueden hablar y decir lo que les ocurre; en muchas familias es frecuente que cuando el niño/a empieza a llorar se le de algo dulce para calmarlo o simplemente para que se calle y no moleste. Lo mismo se hacer para animarlos. Como muestra de cariño o amor se les da cualquier golosina o alimento que les guste; de esta forma se le acostumbra a llenar su vacío interior, aplacar su malhumor o subirle la moral con la comida, especialmente con alimentos ricos en hidratos de carbono o grasas. Esto se convierte en un verdadero problema sobre el que conviene reflexionar.

Citaremos el ejemplo de un niño tipo de 12 años: “No sé por qué, pero siempre que estoy contento por algo, tengo que comer chocolate o algo dulce”. Y es interesante lo que también comenta: “Si me enfado con mis pares lo que más me apetece en esos momentos es comerme una hamburguesa con patatas fritas o una pizza”.

¿Por qué se repite tanto este patrón? Es una cuestión sobre la que conviene una reflexión personal.

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Reconocer nuestras propias sensaciones

Normalmente, el cuerpo emite señales claras cuando necesita alimentos y cuando ha satisfecho todas sus necesidades. El hambre aparece cuando el cuerpo necesita comer, y después aparece la sensación de satisfacción, cuando ya no necesitamos comer más. En este mecanismo biológico no interviene solamente el aparato digestivo, sino que es mucho más importante el papel del cerebro, que emite señales cuando se ingieren alimentos.

Sin embargo, hay mucha gente que no puede regular el hambre; ya que ignora las señales que le envía su cerebro. Por explicarlo de una manera más sencilla, las sensaciones de hambre y de estar satisfecho tienen “vida propia”. Y no tienen nada que ver con las verdaderas necesidades del organismo.

Percepción distorsionada

Los psicólogos usan el concepto “percepción distorsionada” para referirse a la incapacidad para distinguir el hambre de otras sensaciones. Hay mucha gente con exceso de peso que sufre este trastorno durante toda su vida y se puede expresar de una manera muy gráfica con la siguiente frase: “Se comen sus sentimientos”. Para ellos/as comer es su herramienta para sustituir el resto de las necesidades emocionales. Les consuela, les da moral y les ayuda a superar sus frustraciones. El buen ánimo, no les suele durar mucho y al poco tiempo tienen que volver a comer; y en muchos casos lo hacen de manera compulsiva.

Elena Somolinos


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