10 causas emocionales que nos llevan al picoteo, parte II

Las emociones juegan un papel muy importante cuando se desencadena el picoteo, saber por qué comemos y qué sentimos en ese momento es relevante. Siempre hay una emoción involucrada en el acto de comer, positiva o negativa, más aún en el momento del picoteo. En este artículo desarrollamos esa parte del arte de comer.

Los desencadenantes emocionales del picoteo

Este tipo de desencadenantes no siempre son fáciles de detectar. Cada vez que sucumbimos a los alimentos, deberíamos tomar un tiempo para la reflexión y preguntarnos ¿Por qué?

  • ¿Estoy triste, frustrado/a por el día que he pasado?
  • ¿Estoy enfadado/a por culpa de mi jefe, pareja, hijos, padres, compañeros, vecinos,..?
  • ¿Estoy estresado por mi situación económica, familiar o laboral?

Y lo más importante, puedo superarlo yo o ¿necesito ayuda?

Las principales causas del picoteo relacionadas con las emociones son:

  • Una actividad aburrida
  • La soledad
  • El estrés
  • Las vejaciones
  • El sentimiento de impotencia
  • La cólera
  • La fatiga o el agotamiento
  • El sentimiento de fracaso y de no valer nada
  • El hecho de no haber adelgazado bastante
  • La excitación y las emociones intensas de disfrute

Es habitual que después de comer,  nos encontremos mejor, ha disminuido la angustia, la ansiedad. Es necesario descubrir las emociones que provocan compulsiones alimentarias, darse cuenta de cuándo se producen y por qué. Muchas personas pican comida por la noche porque el estrés sufrido  durante el día se acumula y al final acaban de explotar. De vuelta al hogar o a la habitación del hotel,  podemos encontrar en la nevera, armario, cajón, …, todo es empezar, y a partir de ese instante, el picoteo es imposible de evitar.

Muchas personas pican por aburrimiento y soledad; en estos momentos, el alimento es el único aliado, …, el último refugio. El alimento, como el alcohol, llena el estómago, pero también la soledad.

Algunas personas toleran mal la frustración, las vejaciones y se “vengan” comiendo. Hay que valorar el grado de la frustración y su importancia. Es frecuente que estas personas digan: “Yo antes hacía una montaña de un grano de arena, ahora las cosas van mejor, lo relativizo todo.

Las personas que se ponen furiosas fácilmente y se exasperan por nada, después se sienten con frecuencia desgraciados, y esta culpabilidad puede provocar crisis de bulimia. No sentirse escuchado induce también episodios bulímicos, si no reconocen nuestro trabajo, …, casi cualquier situación y en cualquier momento,  puede hacer estallar la crisis.

A continuación, un ejemplo típico, es el del ama de casa. Se pasa todo el día ocupándose de las tareas del hogar, del cuidado de sus familiares, nadie reconoce su trabajo.  La sociedad no valora su trabajo, la mujer se siente frustrada y se consuela picando comida, engorda,  sufre una “crisis existencial”,  disminuye su autoestima, …

Llenar el vacío dedicado al cuidado de otros (hijos, padres, pareja, …), o al trabajo, cuando un trabajador se prejubila, jubila, se encuentra en desempleo, … es difícil, se puede llegar a sentir inútil y no siempre es fácil reorganizar la vida. La situación económica actual no ayuda a encontrar un trabajo, pero es clave buscar ocupaciones, ocupar el tiempo de manera provechosa.  Si esto no ocurre, puede complicar con dificultades de convivencia familiares, que se pueden convertir en causa de picoteos compulsivos.

Una baja autoestima provoca con frecuencia preocupaciones centradas en el aspecto, donde el peso siempre ocupa un lugar relevante. Se ve deforme, demasido/a gordo/a, fofo/a, feo/a, etc. Esta preocupación, exagerada en un principio, puede llevar a seguir dietas demasiado severas y por supuesto, a padecer compulsiones alimentarias que acrecientan la mala imagen que se tiene de sí mismo.

Es un CIRCULO VICIOSO, cuanto mayor es el peso, más rápidamente se quiere adelgazar y como no se adelgaza bastante se siente más frustrado y, en consecuencia, hace dietas más drásticas. Cuanto más rigurosa es la dieta, más se fracasa y más peso se vuelve a ganar. No hay que frustrase ante una pérdida de peso lenta, que es la más saludable.

Las emociones negativas provocan con frecuencia crisis de picoteo. Pero las emociones muy intensas de placer o de alegría también son fuentes de estrés. La excitación que produce un viaje, el nacimiento de un hijo o una boda favorecen la aparición de compulsiones alimentarias. Por lo general, se utilizan escalas para evaluar la gravedad del estrés.

Si no se tiene conciencia de que una situación provoca estrés, tampoco se tendrá de las ganas de picar consiguientes.

Para finalizar, es difícil poner en evidencia estos factores, por ello es importante que una persona que quiere seguir una dieta, describa su estado de ánimo en un diario durante las crisis alimentarias. En cada crisis, deben apuntar su emociones, anotar si están disgustados, ansiosos, deprimidos, frustrados, etc.;  a continuación, deben precisar si se sienten mejor, aliviados, menos ansiosos, culpables, … y por qué. La descripción de los sentimientos es útil para comprender los mecanismos y disminuir la frecuencia de las crisis. El  mero hecho de anotar lo que se come sirve para darse cuenta de la cantidad de alimentos consumidos durante el atracón.  Del mismo modo, reflexionar sobre las causas es ya un paso hacia la curación.


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